Viven en todos los entornos de la Tierra. Desde las raíces de las plantas, el estiércol que proviene de las vacas hasta en cada centímetro cuadrado de nuestra piel, se congregan en miles de millones de células. Además, se han encontrado en los océanos más profundos y en los centros de los volcanes. En el interior de nuestro cuerpo, suman más de 40 billones de células, superando el número de células humanas de nuestro propio cuerpo. En los suelos de todo el mundo, ayudan a determinar el éxito (o la lucha) de sus camaradas de la superficie: las plantas.
En una sola cucharadita de suelo sano, al menos mil millones de microbios fluyen en una compleja red ecológica. Los hongos, las bacterias, los protozoos y los nematodos son los protagonistas de este teatro subterráneo de la descomposición, la depredación y el ciclo de los nutrientes. Juntos forman el microbioma del suelo: una reserva genética diversa de billones de genes microbianos. Estos ecosistemas microbianos tienen la capacidad de aumentar el rendimiento agrícola entre un 20% y un 50% o más, al tiempo que extraen el carbono de la atmósfera y lo almacenan en el suelo. La abundancia y diversidad del microbioma del suelo es un bioindicador clave de la salud del suelo.
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